Alicia.

La primera edición de Las aventuras de Alicia en el País de las Maravillas apareció en Londres en 1865 y revolucionó completamente la literatura destinada a los niños de la época, ya que la sátira, el non sense y la libertad de la obra, deslumbró e incomodó a la acartonada sociedad inglesa del momento. La obra original fué ilustrada por Jhon Tenniel.

 

 

Alicia en el País de las Maravillas ha sido siempre una obra controvertida. Para algunos es un relato de aventuras un tanto absurdas y para otros es sin duda, una obra maestra.

El país de las maravillas de Alicia está lleno de bromas, juegos de palabras, juegos matemáticos, canciones populares inglesas, humor y lógica desconcertante, que han sido objeto de numerosos análisis literarios y psicológicos.

Su autor, Lewis Carroll es el seudónimo con el que Charles Lutwidge Dodgson fue conocido en el ámbito de la literatura.

Dodgson, de nacionalidad inglesa, nació en 1832 y murió en 1898.

A lo largo de su vida, además de escritor, fue sacerdote anglicano y las matemáticas fueron su pasión. También fue un notable fotógrafo y sentía debilidad por las imágenes de la inocencia de la infancia.

Su novela surgió como un relato oral durante un paseo en barca, en el que iba acompañado por las tres hermanas Liddell: Lorina Charlotte, Alice y Edith, de trece, diez y ocho años respectivamente. Fue Alice su preferida, protagonista de muchas de sus fotografías y a quien le regaló el texto manuscrito

Inspirado en el momento en que nació la historia, Lewis comienza el libro con unos versos que lo explican, y dicen así:

En una dorada tarde

el agua ociosos nos lleva,

pues son bracitos de alambre

los que reman, reman, reman,

ya que intentan, siempre en balde,

que la barca no se tuerza.

Son tres niñas en la barca,

pero insisten como cien,

aburridas de la calma,

piden un cuento a la vez;

contra una insistencia tanta,

¿qué otra cosa puedo hacer ?

Todo comienza en la madriguera del Conejo Blanco. Alicia estaba cansada de estar al lado de su hermana, quien leía un libro, sin dibujos ni diálogos.

“¿Y de qué sirve un libro sin dibujos ni diálogos?”, se preguntaba Alicia.

…!Ya caemos por una profundísima madriguera, como a cámara lenta , y donde las paredes están llenas de estantes con libros, tarros, mapas… !

Sabrás lo que es una verdadera alucinación en un rinconcito de este País de las Maravillas. Sólo tendrás que encontrarte con la Oruga azul de grandes ojos, que encima de una seta fuma tranquilamente una pipa sin prestar atención a nada.

Lo absurdo y disparatado comienza a aumentar cuando Alicia conoce al Gato de Cheshire en casa de la Duquesa. La dama, con un bebé cochino en brazos, camina sin inmutarse ante el lanzamiento de platos y otros utensilios de cocina que le hace la cocinera.

Rozamos la locura, de la que el Gato habla con la mayor naturalidad y de la que nadie puede librarse en el País de las Maravillas.

 

Un momento de reposo, de pan con mantequilla y de un cuento, por favor, ¿cómo resistir si no, esta frenética aventura?

Merendamos con el Sombrerero Loco, la Liebre de Marzo y el Lirón, en una enorme mesa llena de servicios. Siempre son las seis: la hora del té. El Tiempo se ha enfadado y no responde a nada. Pero ya lo dijo el Gato, aquí toooodos están chalados y Alicia se marchó de aquel lugar tan extraño como los demás.

Aparecen el Rey y la Reina de corazones. Tan divinos y poderosos, capaces de decapitar a todo lo que tenía cabeza si les importunaban.

-!Que le corten la cabeza!

(Alicia, sé valiente, que con esta Reina de corazones hasta puede entrarte el miedo aunque esté jugando al croquet. Además, aquí tienes el mismo derecho a pensar, que los cerdos a volar… ya te lo dijo la Duquesa).

Ilustración de Kaori Ogawa

La Reina hizo estas tartas
un buen día de verano,
el Valet las vio sabrosas
y el bribón las ha robado.
 
Esta es la causa del jucio final, en el que Alicia, que comienza a crecer y a crecer, se enfrenta abiertamente a todo este sinsentido de normas, castigos, palabrejas, sentencias y situaciones disparatadas… Es entonces cuando…
 
 
se encontró tumbada en la ribera del río con la cabeza apoyada en la falda de su hermana, que le estaba quitando cariñosamente de la cara unas hojas secas que habían caído desde los árboles.

 

Ilustración de Joysuke Wong

La hermana pensó que Alicia conservaría, a lo largo de los años, el mismo corazón sencillo y entusiasta de su niñez, y que reuniría a su alrededor otros chiquillos, y haría brillar los ojos de los pequeños al contarles un cuento extraño, quizá este mismo sueño del País de las Maravillas.